Las manos de mi madre

Las manos de mi madre
parecen pájaros en el aire.
Historias de cocina
entre sus alas heridas de hambre.
Las manos de mi madre
saben que ocurre por la mañanas,
cuando amasa la vida
horno de barro, pan de esperanza.

Las manos de mi madre
llegan al patio desde temprano,
todo se vuelve se vuelve fiesta
cuando ellas juegan junto a otros pájaros...

Junto a los pájaros que aman la vida,
y la construyen con los trabajos,
arde la leña, harina y barro,
lo cotidiano se vuelve mágico,
se vuelve mágico.
Las manos de mi madre
me representan un cielo abierto,
un recuerdo añorado,
trapos calientes en los inviernos.

Ellas se brindan cálidas,
nobles, sinceras, limpias de todo,
cómo serán las manos
del que las mueve gracias al odio.
Las manos de mi madre,
llegan al patio desde temprano.

Pensé en esta canción de Peteco Carabajal cuando Pedro me contó que su madre ya no estaba más entre nosotros.
“Protectora y dulce, así era mi mamá”, me dijo. No se necesitan más palabras para describir a una madre que pasó por momentos muy difíciles, como acunar a sus niños en medio de la segunda guerra mundial, protegerlos del horror de los bombardeos, mostrarse fuerte para acallar el miedo y cantarles la ninna nanna para silenciar el dolor.
En momentos así, es donde una caricia se hace imprescindible y eterna en el tiempo.
Luego, sobrevino el exilio para dejar detrás días de pobreza y buscar nuevos horizontes. Argentina fue la segunda casa, y Tandil el lugar elegido para progresar con el esfuerzo del trabajo y las tareas de ama de casa. Y la vida pasó, cociendo vestidos de novia y cuidando de su familia, ya lejos de Sicilia.
Pero ella mejor que nadie, supo que la distancia no es olvido. Ni la muerte un definitivo adiós para las personas amadas. Y que al igual que a una mamma, la tierra natal nunca se olvida. Al contrario, nos une con sus raíces infinitas a un origen imborrable.
Por ello en homenaje a Calogera, publicamos la fotografía de Naso, su pueblo natal, hermoso paraíso de la provincia de Messina.

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