CONFERENCIA SOBRE EL TEMA:
“REFLEXIONES SOBRE LA EMIGRACIÓN ITALIANA”

A CARGO DE SALVATORE AUGELLO


Raramente la emigración ha sido una elección espontánea, no provocada por fuertes necesidades económicas o de otro tipo.
Solo pocos, aquellos afortunados, tuvieron y tienen la posibilidad de elección, mientras la gran mayoría ha sido empujada por diferentes motivaciones a tentar la suerte.
Cuales pueden haber sido estas motivaciones? Vamos a examinarlas con atención una por una.
No cabe duda de que en su origen, la gran mayoría de las personas ha sido, especialmente aquellas que vivían en las regiones prevalentemente agrícolas, empujadas por las frecuentes crisis a dejar su propia tierra en búsqueda de suerte.
Me refiero a regiones como Veneto, Emilia-Romagna, Campania, Basilicata, Puglia, Abruzzo, Calabria, Sicilia, Sardegna.
Desde aquellas realidades, grandes masas de campesinos buscaron recuperarse de las situaciones de indigencia en la cual se encontraban, intentando la vía de la emigración.
El espejismo, la tierra prometida; en aquella primera fase fueron las tierras del nuevo mundo sobre las cuales hay muchos cuentos: la América del Norte en primer lugar, las américas en general.
Fue así que los puertos más importantes de Italia, comenzaron a llenarse de gente que, con todo su coraje, dejaron todo y partieron con la mítica valija de cartón, pero también con contenedores diferentes, y se aventuraron en el mar lleno de misterios, a la merced no solo de improvisas tormentas, sino también de pensamientos llenos de tristeza, de esperanza, de recuerdos.
Las distancias eran tales, de acuerdo a los medios de transporte de entonces, que la elección de emigrar se transformaba para muchísimos de ellos en una elección definitiva.
Puertos como Genova, Napoles, Palermo, la misma Trieste, se transformaron en lugares de encuentro y separación de grupos de campesinos que partían con un sueño impreso en los ojos: “La Merica”.
A los campesinos se mezclaban artesanos, mineros, albañiles, gente sin profesión, acomunados por un único deseo y el mismo deseo de evasión: acabar con el estado de miseria que los oprimía y volver a empezar, en otro lado, una vida mejor, más digna de ser vivida.
Se desarrolló de esta forma la emigración del pueblo italiano, que fue entonces y es hasta el día de hoy, un drama que tuvo grandes consecuencias tanto económicas como políticas. Sobre ellas hablaremos más adelante.
La emigración no fue sólo y exclusivamente un factor económico, sino también político, ya que muchos jóvenes se escaparon de su propia tierra para salvar la vida. Me refiero a la emigración de aquellos, perseguidos por los regímenes del momento,que dejaban su propia tierra para cultivar en otro lugar los ideales de libertad.
Me refiero a los jóvenes revolucionarios, que gastaron la juventud en las guerras de insurrección nacional en el transcurso del risorgimento italiano, o en las guerras para realizar la unificación de Italia, para liberar la patria del opresor austriaco. Estoy hablando de los superstites de los motines del ’48 los cuales, antes que cualquiera, sufrieron la emigración para escapar a la persecución de los regímenes imperantes.
Me refiero a la emigración forzosa de muchos hombres de izquierda, comunistas, socialistas, católicos, antifascistas que en los años entre el 1920 y el 1943 dejaron Italia, donde vivían en clandestinidad, hacia países del Norte de Europa, para salvarse de la persecución fascista que a menudo los alcanzaba también en el exterior. Me refiero a aquellos hombres que dieron vida a la grande y gloriosa epopeya de la resistencia italiana, de la cual hubiera nacido la actual república.
Se trató de una emigración política, que dio vida a numerosos núcleos de italianos en el exterior, que seguían pensando en su propia patria; hacia ella tenían sentimientos de amor, de pasión política, de deseo de lucha para el rescate de la sociedad.
Otra razón que causó la emigración fue el comercio; los comerciantes, siguiendo nuevas vías para sus comercios, se instalaron en el exterior para desarrollar nuevos negocios. Si bien se trata seguramente de una minoría, ella contribuyó al crecimiento económico de las tierras tanto de llegada como de salida. Este argumento se retomará más adelante.
La propaganda de aquellas tierras en vía de desarrollo, en las cuales se necesitaba fuerza de trabajo, llegaba continuamente a las poblaciones de emigrantes que así se orientaban hacia un destino u otro.
America fue sin duda uno de estos destinos, entre los más deseados. El nuevo continente, ya en 1830, contaba con 25.000 inmigrantes , que llegaron a 100.000 en 1840 y alrededor de 300.000 en 1850. En 1860, entre esta población de inmigrantes había solo 4.561 italianos, o sea una componente muy minoritaria comparada con las otras comunidades.
El constante crecimiento de inmigrados preocupó a las autoridades americanas; ellas empezaron así a pensar normas que regulasen los flujos migratorios, seleccionando de alguna forma entre las multitudes de desesperados que se asomaban al nuevo mundo.
Nació así en Nueva York la primera estructura hacia la cual se encauzaba la emigración, que no fue Ellis Island, tristemente conocida, sino “CASTLE GARDEN”. Se trataba de una imponente fortificación que asumió la tarea de centro de selección a partir de 1855.
Ellis Island, que quedó impresa en la historia de la emigración por los terribles acontecimientos que ahí pasaron, se hizo pronto famosa a causa de las rígidas políticas de selección aplicadas. Ella empezó a funcionar en 1892.
Ente sus paredes, ahora museo de la emigración, se pueden leer hoy en día las dramáticas paginas de historia, relacionadas a la emigración de aquellas épocas que no caracterizó solo a Italia, sino también a todos los países del así llamado Viejo Mundo.

Ahora quisiera exponer a vuestra atención la primera reflexión.
De acuerdo con lo visto hasta ahora, in emigración nada es nuevo. Hoy en día Europa, pero Italia de manera particular, intenta darse algunas reglas para reducir y controlar los flujos migratorios que llegan de los países africanos además del este de Europa.
Nacen los Centros Temporáneos de Acogida (CTA) en lugares como Lampedusa, meta continua de desembarcos clandestinos, pero también en otras ciudades como Trapani, Agrigento, Caltanissetta, Taranto, Bari y otros. Estructuras peores que las de Ellis Island o de aquellos viejos cuarteles de Milán, donde eran amontonados nuestros emigrados que luego de la segunda guerra mundial partían hacia Bélgica, Francia, Alemania, con un contrato de trabajo en el bolsillo para ir a trabajar en las minas de carbón o hierro o en industrias siderúrgicas.
En los CTA, los inmigrados son encerrados esperando los procedimientos de identificación tras los cuales son enviados de vuelta a los países de origen. Nacen también centros como los de Libia, resultado de un acuerdo que dejó muy satisfecho al gobierno Berlusconi, donde se envían los inmigrados sin saber el fin que les toca, si se respetan los derechos humanos, o el derecho a al asilo político para aquellos que escapan de las guerras y de los regímenes opresivos. Ellos son especialmente los paises africanos, países caracterizados por continuas agitaciones, que muchos desheredados buscan dejarse atrás para crearse condiciones de vida más humanas.
Donde está la diferencia con lo que pasaba más de un siglo atrás? Cuanta gente entonces vendió todo para entregarse a alguien que le garantizaba un futuro en otro lugar? Cuantos todavía lo hacen?
Entonces como ahora hay gente que se ha organizado para lucrar sobre las condiciones humanas más desfavorecidas.
A los italianos que llegaban a Ellis Island, una vez superadas las pruebas de admisión y la cuarentena, se les permitía entrar en Nueva York donde existía una organización que se ocupaba de encontrar un lugar de trabajo, una vivienda y todo lo demás que se necesitaba, a cambio de una parte del salario.
La misma cosa pasa hoy en día cuando organizaciones sin escrúpulos organizan los barcones de la muerte para traer muchos miserables a las costas sicilianas para luego abandonarlos a su destino o, en el caso de que se trate de mujeres jóvenes, obligarlas a trabajar en las esquina de las veredas.
Nada de nuevo entonces, tampoco en el contenido de las normas legislativas. En 1887 se presentó por primera vez en el Congreso Americano una ley llamada “LITERARY TEST”, dirigida a dejar entrar solo aquellos capaces de leer y escribir, en una época en la cual el analfabetismo era una plaga generalizada entre la pobre gente. Una norma altamente selectiva para aquellos tiempos, que tras haber sido vetada cuatro veces por el Presidente, entró finalmente en vigor en 1917.
Considerando cuanto dicho, donde está la diferencia? Donde la novedad? Hoy en día la Lega Norte de Bossi se inventa el examen de italiano para aquellos que piden la ciudadanía italiana pero paralelamente quisiera imponer un examen sobre el conocimiento de los dialectos del noreste, denotando así un grosero anti meridionalismo, también para los jóvenes meridionales que emigran hacia aquellas zonas para ser enfermeros, maestros o empleados públicos. Se trata de una discriminación adentro de la discriminación, que resalta un política racista y xenófoba que caracteriza le política del actual gobierno completamente en mano de la Lega.
Sigamos hablando de América; aquella norma restrictiva abrió nuevos recorridos y nuevos puertos, hacia tierras más acogedoras y menos selectivas. Tocó a Argentina, Venezuela, Brasil, Chile, a los países latinoamericanos en general. Sus puertos aparecen en nuestra muestra que quiere recorrer los recorridos de los emigrados italianos.
Una diáspora que partía a la aventura, sin ninguna norma bilateral que la protegiera de alguna forma.
Solo en 1919 un regio decreto, el num. 2205 de1 3 de noviembre, emanó el texto único de las leyes que tenían que ver con los emigrados italianos. Decreto que, entre otras cosas, definió la figura jurídica del emigrado. Otros acuerdos se hicieron tras la segunda guerra mundial; ellos establecieron la relación entre estados en ocasión de contingentes de emigrados italianos que se mandaban a trabajar afuera del territorio nacional.
De hecho, tras la segunda guerra mundial, al comienzo de los años cincuenta y por un largo periodo, la gente dejaba su propia tierra con un contrato de trabajo en mano, valido para ir a trabajar en las minas de carbón de Bélgica, con el compromiso de trabajar por lo menos durante cinco años en los subsuelos.
Muchos, también sin permiso, tomaban la vía de la clandestinidad. En este aspecto también no hay nada de nuevo respecto de hoy. Se buscaba un trabajo que entonces era fácil encontrar debido a la grande carencia de fuerza de trabajo en sectores como el minero o el siderúrgico, entonces en gran expansión.
Quiero acá mencionar dos hechos relativos a la emigración en Bélgica.
La primera: el acuerdo entre el gobierno de Italia y de Bélgica, firmado en Roma el 20 de junio de 1946. En aquel documento se establecía que Italia se comprometía a enviar a Bélgica 50.000 trabajadores para las minas de carbón, con una frecuencia de 2.000 por semana, operarios en buena salud, menores de 35 años de edad. Como contraprestación, Bélgica se comprometía a enviar a Italia 5 kilos de carbón por día por cada obrero emigrado, para hacer frente a las necesidades de las industrias del norte. Se trató de un acuerdo conocido como acuerdo del carbón que intercambiaba manos de obra por carbón.
La segunda: en aquel acuerdo que se extendía sobra las ventajas de los trabajadores en cuanto a salario, cheques familiares y vivienda, no se definía el tipo de trabajo al cual iban a enfrentarse. Recuerdo que en una visita hecha en Bélgica, en la cuenca carbonífera de Monz, el intendente Colfontaine, acordándose de aquellos días nos describió como era la iniciación de los recién llegados. Ellos eran tomados y obligados a bajar durante los dos primeros días en un túnel excavado a pocos metros de profundidad, de manera de dar la idea de lo que se hubiera tenido que enfrentar. Tras aquel aquella rápida pasantía, venían enviados al fondo de los astilleros verdaderos donde comenzaban a extraer el carbón. El afiche que promovía todas las ventajas, se convertía pronto en un recuerdo ya que era bien diferente respecto de la realidad. La única cosa verdadera era el carbón que afluía hacia Italia, al servicio de las industrias, que habían ya comenzado la reconstrucción postguerra, sentando las bases para aquello que se conoció como boom económico.

Aquí, otra reflexión. El sur de Italia no solo se despoblaba, sino también su capital humano se intercambiaba por materia prima que era de utilidad para el crecimiento del norte, mientras el sur se encontraba despoblado y poco desarrollado pagando un indecible precio para la reanudación económica. Como he dicho anteriormente el desarrollo del norte italiano, donde aparecían carteles que decían: “se alquilan casas pero no a meridionales”, se apoyaba en la fuerza de trabajo conformada por aquellos que del sur se transferían al norte y por la materia prima que llegaba a Italia a cambio de los mejores hijos del sur, quienes eran enviados al extranjero e intercambiados por carbón. Sólo el desastre de Marcinelle en Bélgica, en agosto del 1956, llevó aquellos problemas a la atención de la opinión pública y se tuvo entonces una intervención que logro mejorías y mayor seguridad en el trabajo.
Diferente fue la situación en los países latino americanos donde las democracias débiles y la presión americana han determinado el nacimiento de dictaduras, como aquella de Chile, el gobierno militar en Argentina, los problemas de Venezuela, el agravamiento de la crisis económica en Brasil y otros hechos de los cuales, en un primer momento, Italia pareció ocuparse poco.
La distancia, los acontecimientos políticos poco claros, determinaron una gran distancia entre nuestra emigración en América Latina e Italia. Millones de italianos de la vieja emigración, también a causa de las precarias condiciones económicas de las diferentes naciones, se alejaron de la tierra de origen, juntándose en el interior de un movimiento asociativo. Ello representó un instrumento, que finalmente y por suerte ha sido de gran conservación y ayuda para la supervivencia; nació alrededor a la emigración y desde el inicio fue un valido instrumento de defensa. Asociaciones nacidas con la finalidad del socorro mutuo se dispersaron por todas partes. En Estados Unidos al final del 1800 y, casi al mismo tiempo, en los países latinoamericanos. Ejemplos de gran importancia son la Unione e Benevolenza di Buenos Aires, o también San Ciro en New York, los círculos ítalos venezolanos en Venezuela. Además de estos podrían citarse tantos otros ejemplos de asociaciones cuyo estatuto nació entre fin del 1800 e inicios del 1900.
Hacia aquellas asociaciones, que tenían un fuerte sentido patriótico, se dirigieron las nuevas oleadas de emigrados, quienes en ellas encontraron apoyo y ayuda.
Por otro lado, como actualmente ocurre, nacieron organizaciones malintencionadas, que se equiparon para explotar las necesidades de los nuevos llegados, monopolizando el trabajo y las viviendas, y que lograron entretejer imperios económicos basados sobre el crimen. Ejemplos ciertamente de no seguir fueron "la mano negra", convertida luego en la COSA NOSTRA en América del Norte, en Canadá, y en algunos países europeos.
Organizaciones ligadas a la tierra de origen, que entrelazaron tráficos de diferentes tipos con las organizaciones madre o que operaban paralelamente en las regiones de proveniencia, comprendiendo también la trata de esclavos, que llevaban a la prostitución.
Pero la emigración no debe confundirse con la mala vida. Lo que se intentó hacer en el pasado con la emigración meridional de Italia, buscando confundirla genéricamente con la delincuencia mafiosa, se hace hoy en Europa, cuando se intenta confundir la nueva oleada de migraciones con la mala vida de diferente procedencia.
Seguramente hay ejemplos graves de connivencia como la que ha permitido a la mafia siciliana o a la camorra o al 'ndragheta de proliferar y de ocupar espacios en el tiempo que deberían ser del estado.
Un ejemplo para todos: Durante el desembarque en Sicilia en 1943, los americanos usaron como intermediario a Luki Luciano, quien en esa época se encontraba preso en Estados Unidos, y que permitió el contacto con Calogero Vizzini. El entonces jefe de la mafia siciliana fue llevado de gira, en un carro armado americano, por los pueblos de la isla donde, a medida que el avance americano procedía, se instalaron alcaldes cercanos al entorno mafioso. Este ambiente intentó sofocar desde su nacimiento el fuerte movimiento obrero y campesino que se manifestaba contra la mafia del feudo. Sintomática fue la masacre de Portella delle Ginestre del bandito Giuliano, que fue condecorado entonces al grado de coronel del ejército independentista siciliano.
Una connivencia entre mafia y poder, que se apoyó en la democracia cristiana y que el Sur todavía paga, aunque es necesario reconocer el crecimiento de la conciencia social en esas regiones, en busca de un nuevo desarrollo y rescate.
A pesar de eso, sería equivocado y egoísta confundir el drama de la emigración con estos hechos.
En esta fase, como hemos dicho antes, las asociaciones tuvieron un relevante papel. Ellas se convirtieron en un lugar de recuerdos pero también de apoyo y solidaridad, lugar de defensa en nombre de la sociedad circunstante, pero también lugar de reflexión y cada vez más de enlace con la tierra de origen.
Las mismas asociaciones, especialmente en Europa, se han transformado en instrumentos de lucha, que han sabido conducir el proceso de integración, de crecimiento cultural, político y social de las comunidades.
También en América, con las debidas distinciones, las asociaciones han padecido estos procesos de cambios, aunque han quedado más refractarias y reacias a un proceso de crecimiento político, menos en América del Norte y en Canadá.
Pero la emigración fue y es más bien otra cosa. Fue ante todo un motor de desarrollo que puso en marcha economías de diferentes países tanto en América, como en Europa. Los ingresos procedentes de los emigrados, además de los famosos acuerdos que intercambiaron mano de obra por carbón, permitieron a Sicilia y las regiones implicadas en los grandes procesos de emigración, de encaminar una política de desarrollo y crecimiento económico, que han cambiado en diferentes ocasiones la realidad de las mismas regiones.
Tal es el caso del Véneto, de la Emilia Romagna por ejemplo, donde tuvo lugar el nacimiento de un movimiento de cooperativas y pequeñas y medianas empresas. Y el caso de Sicilia, donde con los ingresos procedentes de los emigrados se puso en marcha tanto la transformación agrícola como la construcción; sectores que llevaron bienestar a una tierra que todavía contaba con centenares de miles de emigrados que faltaban de los pueblos semivacíos.
Se requirieron bastantes años, antes de que Italia se diera cuenta del importantísimo recurso que tenía fuera de sus confines.
Las asociaciones nacionales en Italia, buscaron, y lograron, estimular al Estado a encaminar una política de sostén y defensa a la emigración; los patronatos se difundieron en todo el mundo desarrollando una red de asistencia que también habría impulsado una política de acuerdos bilaterales dirigidos a afirmar los derechos de aquellos que tuvieron que dejar la misma tierra y con ella sus inclinaciones económicas y sociales.
Se llegó así a la primera conferencia nacional de la emigración, realizada en Torino en el 1975, la cual permitió descubrir la otra cara de las américas, que no comprendía solo Norte América.
Este importante acontecimiento dio lugar al nacimiento de una legislación con respecto a las políticas de emigración en las diferentes regiones.
Cada región, en efecto, se dotó de una ley que protegió emigrados en el extranjero, y que de algún modo proveyó algunas facilitaciones para el regreso, y para la difusión de la cultura de origen.
Obviamente, las primeras leyes regionales, nacieron en medio de la gran crisis económica de principio de los años 70, que determinó grandes flujos de regreso hacia las regiones, ya que fueron previstas tanto ayudas para el regreso a Italia, como para el empleo de las profesionalidades adquiridas en el extranjero, poniendo de pie actividades económicas.
Mayor eco tuvo la segunda conferencia nacional la llevada a cabo en Roma a comienzos de los años 80, y que permitió dar conocer diferentes temáticas inherentes a nuestra emigración en América Latina, hasta ese momento desconocidas.
Las regiones Italianas tomaron conciencia de la particularidad de esta emigración, que tendía la mano a Italia pidiendo ayuda no sólo para superar grandes momentos de crisis económica, sino también, para reforzar jóvenes democracias que vinieron naciendo sobre las ruinas de gobiernos dictatoriales y autoritarios.
Tal fue el caso de Chile con Pinochet, o de la Argentina que buscó de dejar atrás el período de regímenes militares, de Venezuela, del Brasil, del Uruguay etcétera
Se contó entonces con la posibilidad de volver a la ciudadanía italiana, iniciando la corrida al pasaporte, viendo a este no como un documento para partir hacia un pueblo diferente, sino como un documento válido para dirigirse hacia los países de Europa, en busca fortuna. Un recorrido por los caminos atravesados por los padres y abuelos, en la tentativa de volver hacia aquella patria tan lejana, que podía ser la solución a los propios problemas.
El pasaporte fue entonces como un documento de evasión. Un testimonio de esto es la comunidad italiana –latino americana, que se ha establecido en España, no empujada por los lazos de sangre, sino por la afinidad con la lengua y costumbres, cosas que hicieron menos pesada la emigración de regreso a Italia. Es un hecho que la emigración italiana en España es en gran mayoría de procedencia latino americana y no italiana.
Se trató de una intervención que con el tiempo también cambió contenidos y dirección. El intento de facilitar el regreso falló y muchos de los que habían regresado volvieron de nuevo al extranjero, a causa de una burocracia lenta y tortuosa, como aquella de la región siciliana. Burocracia que a menudo frustró la intervención de las mismas regiones y desanimó a la gente, que regresó al extranjero dónde podía encontrar condiciones sociales diferentes y más sustanciosas con respecto a la vieja indemnización de desocupación existente en Italia.
El cambio de dirección y contenidos de la intervención legislativa tuvo que ver con el cambio de las exigencias maduradas: las nuevas generaciones no buscaban subsidios, sino respaldos culturales para sustentar el regreso a las raíces, encaminado desde hace tiempo.
Nació en los jóvenes un nuevo sentimiento de patria, que sin alejarlos de su patria de adopción los acercaba a la patria de origen. Un sentimiento de italianidad, que creció en ellos y que se manifestó en diferentes formas:
- en el esfuerzo de búsqueda para reconstruir la misma estría, las historias y los objetos del pasado que les recordara la patria que, aún hoy, no conocen en su mayoría.
- En el intento de realizar pequeños museos, de empezar estudios e investigaciones utilizando el instrumento informático que en unos segundos puede conectarlos con todas las partes del mundo, facilitando investigaciones y conocimientos.
Un sentimiento nuevo, aquel de la ciudadanía, que crece en los jóvenes, paralelamente a su fuerte sentido de pertenencia, que las regiones de Italia deberían saber cultivar y hacer crecer, facilitar y favorecer, poniendo a disposición iniciativas destinadas a aumentar sus jóvenes conocimientos.
Un importante patrón de medida de tal deseo de pertenencia ha sido sin duda la primera conferencia mundial de los jóvenes italianos en el extranjero, que más allá del boicot del actual gobierno, más allá de las brutales tonterías reconducidas por alguna prensa de derecha, les ha permitido a los jóvenes ignorar los intereses de algunos directores y expresar con toda la fuerza de sus ideas su sentido de pertenencia.
Ideas alejadas del asistencialismo, que piden a Italia por un lado inversiones productivas destinadas a valorizar el gran recurso representado por la emigración, y por otro acoger este momento de vuelta a las raíces que trasluce en todas las actividades organizadas por los jóvenes.
Actividades que van de la entrevista al emigrado nacido en Italia, a la valorización del aporte que los emigrados han dado al crecimiento de la nación hospedante.
Actividades, que representan acuerdos destinados a exteriorizar este nuevo sentido de pertenencia y el respaldado por los nuevos instrumentos de participación, que el gobierno Berlusconi trata de poner en tela de juicio.
Me refiero a instrumentos como el COMITES, el CGIE, la representación parlamentaria elegida al extranjero, que cuenta con senadores y diputados presentes en el parlamento italiano.
Ciertamente no todos estos representantes saben lo que representan o deberían representar; un ejemplo es el senador Caselli que, lejos de representar los intereses de las comunidades en el extranjero, trata de mantenerse alejado de ellos como si tuviera miedo de contaminarse.
Estos son ejemplos, que no deben tomarse como negativos únicamente, pero deben representar un momento de reflexión, para entender que no basta con haber conseguido instrumentos como aquellos que hemos citado hasta ahora: COMITES, CGIE, representación parlamentaria, sino que hace falta luego saber hacer un buen uso de ellos.
Hace falta saber reconocer la positividad de tales instrumentos.
Hoy en día la emigración italiana necesita romper un círculo que podría ahogarla y extinguirla. Me refiero al proceso de renovación de las instituciones, comprendidas las asociaciones, que ya no puede ser aplazado.
La emigración necesita de fases nuevas, de nuevos ardores, de nuevas ideas. Hace falta ser capaz de tomar lo positivo e importante que surgió de la primera conferencia mundial de los jóvenes italianos en el mundo.
Es necesario conocer y saber aprovechar las diferentes experiencias que han permitido crecer y madurar al movimiento asociativo para iniciar un proceso armónico hacia la renovación que prepare a los jóvenes para exprimir al máximo su potencialidad, y a los ancianos para poder ver el fruto de sus experiencias.
La emigración y el movimiento asociativo, tienen hoy la oportunidad de vivir una nueva primavera.
A este movimiento asociativo, le compete el derecho – deber de saber utilizar esta ocasión, para crear las condiciones necesarias para poder aprovechar los aspectos positivos de las experiencias maduradas hasta el momento, mezclándolas con las nuevas ideas, y entusiasmos propios de la juventud, que representa no solo el futuro de nuestra sociedad sino también el futuro de un movimiento asociativo. Movimiento que ha tenido un rol importante y que aún hoy, o mejor dicho particularmente hoy, tiene un rol y una tarea por cumplir: llevar nuestra emigración a desarrollar este nuevo sentido de pertenencia, a alcanzar nuevas metas y nuevos objetivos, a hacer que cada emigrado, sea joven o anciano, sepa que representa un trozo de Italia que se mueve en el mundo.

Comentarios

  1. Un trabajo muy completo sobre un tema que aún no pierde vigencia ni la perderá.

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