Mirador Millenium: Un arduo trabajo entre piedras y ladrillos



A 22 días de su inauguración y a 10 años de su inicio, los trabajadores del Templo Mirador Millenium están finalizando el último tramo de la obra.
La construcción, de 24 metros de diámetro y 20 de altura fue realizada durante jornadas laborales de hasta 14 horas, bajo el sol del verano o el intenso frío del invierno.
Cuando los visitantes se acercan al lugar imaginan que la construcción pudo realizarse con maquinarias o con el trabajo de muchos obreros. Sin embargo, al ascender por los caminos del Cerro de la Paz uno se encuentra con tan sólo dos trabajadores.
Ellos son Néstor Schmidt y Luis Villegas, quienes están trabajando en la última etapa del Mirador.
“Estamos haciendo la plataforma y las barandas que faltan,” relató Néstor.
También contó que Raúl Trujillo colocó las puertas de cedro y el piso del templo.
“Yo estoy desde el comienzo del Millenium. En aquel entonces empezamos la obra con Glasman, pero siempre se trabajó con uno o dos peones. Luis (Villegas) entró a trabajar hace cuatros años,”dijo.
En cuanto a las jornadas laborales, explicó que trabajan ocho horas diarias y que en otras oportunidades, hasta 14.
“En estos momentos, estamos trabajando desde la 7 hasta las 20 y muchas veces con viento y frío, acá hay viento todos los días.”




Sobre cómo fueron construyendo durante estos años, a medida que la obra iba creciendo, Néstor describió: “Fuimos haciendo la rampa del exterior y al mismo tiempo trabajamos sobre ella para ir colocando las piedras. En el interior del Millenium, utilizamos un andamio de tirantes, todo armado por nosotros, todo hecho con nuestros brazos.”
Acerca de los materiales utilizados, dijo: “Puedo decirte que se usaron 16 equipos (camión y acoplado) con 14.000 ladrillos cada uno para revestir el interior. Las piedras las sacábamos con la barreta, las partíamos y las subíamos con el carro.”
Tantas horas, días y meses invertidos en esta colosal construcción, establecen una relación muy especial con ella. “Después de dos años de empezar la obra, mirábamos la altura y tenía a penas 30 centímetros, no se terminaba nunca. Hoy es un orgullo verla finalizada,”expresó.
Consultado por el esfuerzo físico, relató: “Trabajar con piedras es muy difícil. Te duele el cuerpo, uno hace fuerza incómodo, porque no es lo mismo trabajar sobre un cerro que en lo llano.”
En referencia a las maquinarias utilizadas, el albañil contó que desde hace tres años cuentan con una pala cargadora pero que el tractor fue el compañero indispensable para la obra. “Teníamos el Somequita, al tractorcito hay que hacerle un monumento porque hizo todo el trabajo.”
Otras de las experiencias vividas se relaciona a la llegada de turistas desde toda la región: “Conversan con nosotros, una vez gente de la ciudad de Azul nos trajo de regalo unas botellitas de vino.”
Para Néstor, fue fundamental la coordinación del Padre Pascual Di Saverio.
“Después de esto nos vamos a Pigué a construir algo para Pascualito, prácticamente toda la obra la dirigió y la diseñó él. Esto es para toda la vida, fíjense que las paredes tienen cuatro metros de ancho,” concluyó.

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