La violeta

Música: Cátulo Castillo
Letra: *Nicolás Olivari-Año:1930

Con el codo en la mesa mugrienta
y la vista clavada en el suelo,
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de su inmigración.
Y en la sucia cantina que canta
la nostalgia del viejo paese
desafina su ronca garganta
ya curtida de vino carlón.

E La Violeta la va, la va, la va;
la va sul campo che lei si sognaba
ch’era suo yinyín que guardándola estaba...

Él también busca su soñado bien
desde aquel día, tan lejano ya,
que con su carga de ilusión saliera
como La Violeta que la va, la va...

Canzoneta de pago lejano
que idealiza la sucia taberna
y que brilla en los ojos del tano
con la perla de algún lagrimón...
La aprendió cuando vino con otros
encerrado en la panza de un buque,
y es con ella, metiendo batuque,
que consuela su desilusión.

*** Nicolás Olivari, poeta y autor. Nació el 6 de septiembre de 1900.

Poeta, narrador, dramaturgo y periodista argentino, nacido en Buenos Aires en 1900 y fallecido en 1966.
Maestro en la expresión del contraste entre la viva sensibilidad del creador y la prosaica realidad que le rodea, recurrió con frecuencia a un vocabulario duro y áspero para configurar así una de las obras más interesantes de la literatura argentina del siglo XX.
Desde muy joven dio rienda suelta a sus inquietudes literarias, que le llevaron a formar parte de los principales grupos culturales y estéticos de su país. Así, se dio a conocer como integrante del grupo Boedo, para pasar después a engrosar las filas del grupo Florida, congregado alrededor de la revista literaria Martín Fierro, una de las empresas culturales más fecundas del momento.
Los martinfierristas se constituyeron en la avanzadilla de las vanguardias que, hacia la primera posguerra, dominaron el panorama de la cultura occidental.
En general, todos ellos asumieron plenamente los postulados ultraístas, cuya poética privilegia el uso intensivo de la metáfora, por lo que lo más valioso de su producción literaria nació en el terreno de la poesía.
En ese ámbito de poesía vanguardista, Nicolás Olivari dio a la imprenta en 1926 su poemario titulado La amada infiel, obra que enseguida llamó la atención de los lectores y de la crítica especializada. Posteriormente, y alentado por esta buena acogida, enriqueció su producción poética con numerosos títulos, entre los que destacan La musa de la mala pata (1927), El gato escaldado (1930), El hombre de la baraja y la puñalada (1936), Dan tres vueltas y se van (1937) -escrito en colaboración con Raúl González Tuñón-, Diez poemas sin poesía (1938), La noche es nuestra (1953) y Un negro y un fósforo (1959).
Además, Nicolás Olivari destacó en el cultivo de la narración breve, colaboró como articulista en numerosas publicaciones argentinas, y escribió y estrenó varias obras teatrales. En este ámbito del género dramático, participó activamente en la estimulante experiencia del Teatro del Pueblo, en el que, venciendo las dificultades de las clases más poderosas, se dieron a conocer los dramaturgos argentinos más significativos dentro de la escena austral.

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