Plácido Napoli: "De chico repartí diarios y vendí Coca en la cancha de River"

A los 72 años, sigue conduciendo Napoli Sociedad de Bolsa que fundó en 1984, con un capital de u$s 50.000. Trabaja junto a su mujer y sus tres hijos.

Placido Napoli“Mi primer trabajo fue a los diez años, como vendedor de diarios en la estación de Martínez. Me levantaba a las cuatro de la mañana para repartir diarios en las casas quintas del Bajo Martínez. Luego, me instalaba en la esquina de Maipú y Santa Fe y, cuando venía el colectivo 60, me subía y empezaba a vender diarios a todo lo que daba. Es que a las dos cuadras debía bajarme para ir hasta mi esquina, donde había dejado los diarios, ya que eran muy pesados para subirlos todos al colectivo”.
Plácido Napoli, (nacido en Gangi, Sicilia, Italia) a los 72 años, larga una carcajada mientras recuerda la anécdota. Y pasa a relatar su segundo empleo. Era en la cancha de River, club del cual es fanático y en el que hoy tiene un palco. A los 14 años fue la primera vez que pisó el Monumental. Pero no para ver un partido de River, sino para vender Coca Cola. Cobraba a comisión por la cantidad de gaseosas vendidas, “porque si nos pagaban un sueldo fijo nos hubiéramos pasado todo el tiempo viendo el partido. Entonces, el dilema era ganar plata o ver a River. Y yo necesitaba la guita”, rememora hoy.
Su tercer trabajo fue como cadete, en una casa de marcos para cuadros, y después pasó a un bazar, donde en las épocas previas a Navidad y Reyes pasaba a la categoría de vendedor. De ahí saltó a una heladería, a armar cucuruchos, y hace el gesto con las manos como si estuviera sirviendo uno. “Y que querés, de algo tenía que trabajar: yo no me vine de Italia con la American Express en la mano”, dice risueño.
A los 18 años, una vez que terminó el secundario, comenzó a trabajar en el Banco de Italia y Río de la Plata (la entidad privada más grande de la época) en la oficina de Títulos. Años después, los Werthein compraron el banco El Hogar Argentino y lo contrataron para la oficina de Títulos.
La entidad fue adquirida luego por el español Santander, y lo pusieron a cargo de hacer la clientela del banco. En 1965 abren la primera sucursal en Buenos Aires y lo nombran gerente de la sucursal. Debía dedicarle hasta veinte horas diarias, lo que lo obligó a abandonar la carrera de Derecho cuando le faltaba un año para recibirse.
Cuando el Santander compra el Banco Mercantil de Rosario lo nombran gerente general, y en 1969, al adquirir el Banco Comercial e Industrial de Córdoba, la dan la gerencia general. En 1975 se hace una renacionalización de los bancos que había comprado el Santander, que estuvo intervenido durante dos años.
Entonces, vuelve a la casa central como gerente de Títulos y Acciones. El desenlace fue que, en 1980, el banco se fue de la Argentina y él se quedó. Era su oportunidad de emprender: en 1984 compra en u$s 50.000 una acción de la bolsa (hoy vale u$s 1 millón) y crea la sociedad de bolsa que lleva su apellido.
Sus primeros clientes fueron el Banco de Italia y Río de la Plata y el Santander, ya que en aquel entonces las entidades no podían tener sociedades de bolsa. Además, con el boca a boca fue trayendo a sus conocidos. Su mujer, Elba (“por favor, mencionala, que sino se enoja. Cuando me olvido de mencionarla, yo le hecho la culpa al periodista”) es la encargada de las relaciones públicas, y sus hijos Juan (es director del Merval), José María y Graciana dirigen la sociedad de bolsa.
“Ahora que ya tengo 72 años, pensé en dar un paso al costado, pero mis propios hijos me piden que me quede”, señala.
“En definitiva, ésta en una empresa de servicios, por lo tanto hay que atender a los clientes. El dueño que no la quiera atender mejor que la cierre”, advierte.
A su criterio, es clave que los dueños estén al frente, para darle confiabilidad al cliente. Uno de sus hobbies es hacer gimnasia en el SPA del Sheraton: hace cinta, bicicleta y natación. Se hizo de un grupo de amigos, a quienes les recomienda opciones para invertir: hoy su papel favorito es Telecom, y en segundo lugar Siderar, acciones que ve muy baratas.
Otro de sus hobbies es el real estate. Hace un negocio inmobiliario por año y se muestra satisfecho con estas operaciones. El secreto, a su entender, reside en saber esperar. Y, para la paciencia, no hay nadie como Plácido. El mejor negocio que hizo en su vida fue un terreno baldío de seis hectáreas que compró en Lomas del Mirador, en la entrada al estadio cordobés de Chateau Carreras. Pagó u$s 7.000 en 1972 y se lo vendió a Wal Mart para que armara su local en Córdoba en 1997 en una cifra que no paró de multiplicarse. Tuvo que esperar 25 años, pero valió la pena.

De www.cronista.com
/enviado por FESISUR

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