La Semana Santa en América y Europa

La Semana Santa se vive con intensidad en varios países de Europa y América, donde además de las procesiones y otras celebraciones religiosas, la gastronomía cobra gran protagonismo en estas fechas en las que millones de personas también aprovechan para el ocio y el turismo.
Penitentes, pasos, vía crucis y nazarenos llenan las calles de todo el mundo católico en esta importante efemérides religiosa, en la que se rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.




Las habichuelas con dulce en República Dominicana, la fanesca (guiso de pescado) en Ecuador, el cuajao (pastel de pescado salado) en Venezuela, la miel de chiverre (una especie de calabaza) en Costa Rica, la chipá (torta de harina de maíz o mandioca con queso) en Paraguay, y las torrijas en España, son algunas muestras de la rica y variada gastronomía de Semana Santa.
Una de las costumbres bolivianas más destacadas es la peregrinación al Santuario de Copacabana, en la que miles de católicos, como demostración de su fe, recorren 156 kilómetros desde La Paz hacia ese lugar, situado a orillas del Lago Titicaca.
En Viernes Santo, en las áreas rurales bolivianas, sobre todo en el altiplano y los valles, se tiene la creencia de que, como Dios ha muerto y no puede ver lo que ocurre en el mundo, no es pecado hacer pequeños hurtos de productos agrícolas (frutas o patatas).
La Semana Santa en Ecuador es sinónimo de procesión y fanesca. En Quito, el Viernes Santo se celebra la procesión de “Jesús del Gran Poder” y la “Virgen María”, en la que una multitud traslada esas pesadas figuras protegidas en urnas de cristal, por varias calles del casco colonial de la capital.
La elaboración de la fanesca, que deja atrás el ayuno de la Cuaresma, es otra de las tradiciones. El potaje se elabora con diferentes clases de maíz, altramuces, lenteja, frijol, leche, queso, huevos, calabaza, trozos de bacalao seco, en una sopa espesa que se adorna con pequeñas empanadas y plátano.
En Venezuela, una de las tradiciones más pintorescas es la quema de Judas el Domingo de Resurrección. Otra, ya menos difundida, dio vida a una expresión muy popular: “Más buscado que palito de romero”, y se refiere a que los Viernes Santo se acostumbraba a buscar siete palitos de romero, con la creencia de que tienen la propiedad de alejar los rayos y las centellas.
En Paraguay, país católico de arraigada religiosidad, Asunción queda casi desierta, pues es tradicional viajar al interior para pasar estas fechas en familia. El Jueves Santo, la familia reunida cocina en el “tatakuá” (horno de barro, en guaraní) la carne y la sopa (que en realidad es una tarta salada) que consumirán en la “karú guasú” (última cena), así como la chipá, una torta a base de almidón, leche, queso, huevos, aceite y sal, que será su único alimento durante el ayuno de Viernes Santo.
Las procesiones más multitudinarias en Perú discurren por la ciudad serrana de Ayacucho, en el sur del país. A estas andas se le rinden cantos en lengua quéchua y, entre ellas destaca la del Cristo Resucitado, una de las más grandes en cera de Latinoamérica.
Los limeños suelen recorrer en Jueves Santo las siete principales iglesias del centro histórico de la capital, y el cerro San Cristóbal, en la otra ribera del río Rímac, es el escenario de una representación del ‘Vía Crucis’, que realiza la misma persona desde hace 30 años.
En Centroamérica, son famosas las alfombras de flores y serrín con las que se adornan las calles en Guatemala, El Salvador y Honduras, donde los más creyentes acuden a los principales actos religiosos, mientras otros prefieren ir junto a sus familias a las playas.
En Guatemala, la tradición es comer bacalao a la vizcaína, pescado seco rebozado, encurtidos de vegetales, refresco de súchiles, el cual se prepara con el fermento de la cascara de la piña, maíz, jengibre y panela, así como torrejas.     
El plato más representativo en Costa Rica es la miel de chiverre, una conserva típica. El chiverre es una fruta parecida a la calabaza, grande y de corteza muy gruesa y dura.     
En Panamá son tradicionales las procesiones con las imágenes de la Virgen, de San Pedro, Santiago y San Juan, principalmente, que se hacen a la carrera. Conocidas como las corridas de los santos, son propias del Domingo de Resurrección, en señal de júbilo. 
En Brasil, pese a ser el país con mayor número de católicos del mundo, la Semana Santa es más una ocasión para el ocio y el turismo, al igual que en Uruguay, considerado el país más laico de América Latina, donde la Semana Santa es conocida oficialmente desde hace décadas como “Semana de Turismo”.
En la Semana Santa dominicana se mantiene vivo el tradicional desfile de “gagás”, una mezcla de desfile y baile para saludar la llegada de la primavera, principalmente en los bateyes, núcleos donde residen los cortadores de caña de las plantaciones azucareras.
En cuanto a la gastronomía, en estas fechas se degustan las habichuelas con dulce, una mezcla batida y cocinada a fuego lento durante varias horas, de habichuelas rojas, azúcar, leche de coco, batata, especias y galletas.
En Argentina, la celebración de la Pascua es ocasión para la reunión familiar. Es tradición de ese día el almuerzo familiar, con gastronomía típica para estas fechas --empanada de vigilia, paella, bacalao--, pero también está muy extendido el tradicional asado argentino.

Europa
Al otro lado del Atlántico, en España, cada región imprime un estilo diferente a las celebraciones, marcadas por el rigor y la sobriedad en las zonas del interior y por el fervor y el folclore popular en el sur del país. La Semana Santa española también supone un encuentro con la rica gastronomía del país.
Entre los platos típicos de esta época se incluyen los tradicionales potajes de vigilia, a base de garbanzos y bacalao, mientras que entre los dulces más consumidos, especialmente en Madrid, figuran las torrijas, que se elaboran con pan rebozado en leche y huevo, frito en aceite y espolvoreado con azúcar y canela.
La Semana Santa italiana es de las más cortas de Europa, ya que únicamente el Lunes de Pascua o Lunes del Ángel es festivo.
Además de los oficios religiosos propios de la Pasión y Muerte de Cristo, a los que asiste el papa Benedicto XVI y la comunidad católica, destaca el papel de la gastronomía.
El Domingo de Resurrección, los italianos se preparan un desayuno opulento a base de vísceras de cordero, fritada de espárragos y alcachofas, pizza dulce, huevos duros, lomo y huevos de chocolate, que suelen romperse al final para dar suerte a los comensales.
En Israel y los territorios palestinos, la Semana Santa está profundamente influida por el hecho de celebrarse en el lugar donde transcurrieron los episodios que se conmemoran. Jerusalén es el epicentro de la celebración, que carece del colorido de Guatemala, Filipinas o España, pero atrae a miles de peregrinos.
En el terreno gastronómico, los cristianos palestinos preparan en estas fechas “kak”, un dulce de sémola a base de dátiles y con forma de corona (para simbolizar la corona de espinas) o el similar “maamul”, con nueces, un poco de vinagre y forma de esponja para recordar la esponja empapada en vinagre que un soldado romano acercó a Cristo en la cruz.

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