Argentina, tierra de esperanza

Desde distintas partes del mundo llegaron al país grupos de inmigrantes. Las colectividades se afincaron y formaron pueblos, barrios e instituciones, en los que trataron de conservar sus costumbres.

Italianos. Si bien no eran obreros calificados, afinidades idiomáticas y religiosas facilitaron su integración.
La utopía agraria propiciaba el poblamiento en espacios desiertos del mundo con extranjeros, que serían pioneros y civilizadores a la vez.
Para Europa la emigración fue una válvula de escape a muchos problemas locales. El auge de la navegación de vapor permitió un traslado transoceánico rápido y barato.
Bs.As fue la puerta de entrada entre 1869 y 1914 cuando duplicó su población. Entre 1881 y 1930 desembarcaron cuatro millones de personas. En 1895 el 72 % eran extranjeros, con un 43 % de italianos y un 33 % de españoles. El criollaje vio invadido su escenario. Esa gringada, que se pensó iría a poblar el desierto, se concentro en la urbe y cubrió todos los puestos de trabajo. Hasta los policías eran extranjeros.
La crisis de 1929 frenó ese empuje. Desde 1938, se combatió la inmigración clandestina, y solo se admitió la selectiva.
El flujo poblacional se reanudará, en medida mucho más modesta, al fin de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1950.
En el Litoral (Santa Fe, Entre Ríos y en menor medida, Corrientes) desde mediados del siglo anterior se venían instalando colonias de las diversas colonias de los más diversos orígenes étnicos: judíos, suizos, franceses, alemanes, eslavos y los omnipresentes españoles e italianos. Dieron origen a lo que se llamó Pampa gringa o Pampa sin Gaucho.
En 1912 apareció la llamada "Inmigración Golondrina", donde los grupos de cosecheros atravesaron el Atlántico, trabajaron y luego regresaron a su patria llevando algún dinero para su familia. De modo que los inmigrantes se asentaron en las ciudades, en especial Buenos Aires y más tarde en Rosario.
El castellano era la lengua obligada para intermediar esa diversidad y sufrió las influencias de los distintos grupos extranjeros.
Desde 1830, la Argentina se acostumbró a genoveses y napolitanos. Los del norte de Italia eran mayoría en un principio, pero desde1895 arribaron los de Campaña (napolitanos, Calabria y Sicilia). Los septentrionales, sin embargo, solían retornar con mayor frecuencia a la patria. Italia vivía momentos de unificación.
Se decía que en los buques transatlántico no venían italianos, sino piemonteses, genoveses, calabreses, napolitanos, friulanos. El sur de Italia padecía la falta de tierras y no existía ninguna política estatal para la emigración. Así, campesinos, peones y pequeños artesanos con baja clasificación, en su mayoría analfabetos emprendieron lo que dio en llamarse fuga de masa.
Construyeron sus casas en la Boca para luego radicarse a orillas del Riachuelo.
Al comienzo, fueron acumulándose viviendas de madera, luego de chapa. Para proteger de la intemperie esos materiales se usaba la pintura sobrante de los buques que ahí recalaban. Así nació la policromía de las paredes. Fue barrio de marineros, pero también de disidentes: republicanos, masones, anarquistas, activos militantes de sindicatos.
En 1914, el contingente itálico se expandió, tomando Santa Fe.
Españoles. Pese a su número merecieron menos atención ya que no significaban ninguna novedad entre nuestras etnias constitutivas.
Los gobiernos españoles no dejaban partir a sus connacionales.
Tres millones y medio de españoles, en su mayoría gallegos, cruzaron el mar en la gran migración. Ya contaban con los vascos, pastores y lecheros, arribados en el siglo XIX.
Estos dos grupos iniciales son importantes, porque establecieron lo que se ha dado en llamar la cadena migratoria.
Un millón y medio de españoles eligieron nuestro país para migrar. Mayoritariamente eran campesinos, ejercieron la agricultura y otros se ubicaron en servicios. Se ocuparon, particularmente, como mozos de cafés y restaurantes y guardias de tranvías. En 1914 la décima parte de la población era española.
Cientos de vascos eran traídos en barcos, con la seguridad de encontrar un mundo diferente. Y no fueron defraudados ya que se los estableció proporcionándoles parcelas de campos y haciendas para ayudarlos a labrarse un porvenir cierto.
Británicos. La inmigración es muy antigua y se vincula con las luchas independentistas. No sobresalieron en agricultura. Crearon en 1930 la colonia Victoria en Misiones. En oficios y ocupaciones los Ingleses descollaron. Fueron banqueros, ingenieros y financistas. Echaron raíces en Buenos Aires y penetraron en el resto del país siguiendo el trazado de las líneas férreas, dejando el inconfundible estilo arquitectónico de sus estaciones ferroviarias.
Desde épocas tempranas tuvieron sus propios templos, donde se oficiaba en su lengua, y sus escuelas.
Trajeron innovaciones tecnológicas en la industria frigorífica y tuvieron gran influencia sobre la ganadería.
Los galeses. Desembarcaron en Puerto Madryn en 1865. La Patagonia era, por entonces, un territorio semidesértico, sin autoridades administrativas estables y carencia total de atención sanitaria y escolar. Allí habitaban los indígenas tehuelches. En las nuevas colonias, europeos e indígenas establecieron provechosas relaciones. Los tehuelches enseñaron a los galeses a cazar y pescar cuando las primeras cosechas no fueron suficientes para mantenerlos y los proveyeron de caballos.
Los galeses, por su parte, les proveyeron los artículos que necesitaban. En 1880, el Ejército procedió a ocupar el territorio patogénico y combatir al indígena.
Las colonias galesas gozaron de privilegios otorgados por el Estado argentino, como el de tener su propio gobierno elegido libremente y su propio sistema de justicia.
Con el tiempo, consiguieron prosperar, editaron libros y periódicos en su lengua. Algunos prefirieron ir a poblar otras provincias patagónicas
Con la llegada de italianos y españoles proliferaron los matrimonios de jóvenes con integrantes de otros grupos étnicos y la individualidad fue diluyéndose. No obstante, los más viejos aún se expresan en galés y persisten las influencias culturales, desde el culto a la música y la poesía hasta la célebre torta galesa. Sus huellas perduran en algunas designaciones galesas como Trelew, Trevelin o Dolabon.
Alemanes. Entre los inmigrantes de esta nacionalidad se destacan los llamados Alemanes del Volga.
Son alemanes sacados por la zarina Catalina la Grande para colonizar el Volga meridional en el siglo XVIII. Ejercieron obligadamente la agricultura, conservaron distintas confesiones religiosas (católica, evangélica, menonita) así como su lengua y buena parte de su acervo cultural.
En busca de lugares más favorables partieron hacia Argentina creando dos grandes colonias: Colonia Hinojo en el Partido de Olavarría (Bs.As.) y General Alvear (Entre Ríos).
La arquitectura alemana se revela en la edificación de la zona, donde es frecuente encontrar cúpulas en forma de cebolla.
Desde los grupo iniciales, la presencia alemana fue expandiéndose hasta La Pampa, Santa Fe, Chaco y Misiones.
Árabes.Cuando un árabe (vulgarmente llamado turco) llegaba al país, declaraba indefectiblemente ser de profesión comerciante. Al ver los registros, podía comprobarse que en verdad era agricultor en su tierra. Pero el paisano que lo llamaba le aseguraba su colocación en el comercio ambulante y el inmigrante asumía de antemano ese papel.
Se formaron verdaderas redes de distribuidores de telas y baratijas, a partir de un árabe con negocio instalado, que mandaba al interior a los recién llegados. Estos, con una caja o baúl al hombro, llegaban hasta apartados rincones rurales a ofrecer su mercadería, sabiendo poco y nada del idioma.
En 1906 el comercio ambulante sufrió una crisis en Buenos Aires, lo que hizo que los árabes se desplazaran hacia el interior. Pronto alcanzaron una distribución uniforme en todo el país.
En Córdoba y en el Noroeste fueron más que todos los otros extranjeros juntos.
En La Rioja superaban a los españoles. Debieron luchar contra la mala imagen que se les atribuía como comerciantes.
En 1914, el 72 % de los árabes habitaba en medio urbano. Los que prosperaron se interesaron en la industria y en otras actividades. Sólo en la segunda o tercera generación enviaron sus hijos a la universidad.
Judíos. Los judíos llegaron al país organizados gracias a la obra del barón Mauricio de Hirsch, que consiguió sacarlos de Rusia, donde sus vidas no estaban garantizadas, e instarlos en colonias agrícolas, la primera de las cuales fue Moisesville.
En Santa Fe y Entre Ríos prosperaron esos que Gerchunoff bautizó como los gauchos judíos.
Trabajaron también como artesanos (en el estereotipo popular, como sastres) y comerciantes. Muy preocupados por la educación utilizaron las facilidades de nuestro sistema educativo para destacarse como profesionales, científicos y artistas.
Al original destino agrícola siguió la migración hacia las ciudades, itinerario común de nuestros campesinos. Allí se dedicaron al comercio y a la industria.
En general, los oriundos de Damasco y Alepo se ubicaron en el barrio porteño del Once, dedicados a la confección y comercio de textiles.
Japoneses. Pero no todos los inmigrantes vinieron de Europa. A comienzos de siglo un convenio con el imperio japonés trajo a algunos comerciantes de aquel país al nuestro.
En 1914 los orientales eran poco más de mil, la mitad de ellos residían en Buenos Aires y grupos menores en Santa Fe, Córdoba, Salta, Mendoza y Jujuy. Hacia 1933 eran 15.000 y hoy se los estima en 33.000.
En 1920 crearon un instituto para enseñar su idioma y en 1937 fundaron la Escuela Japonesa de Buenos Aires, bilingüe.
La mayoría provenía de la isla de Okinawa, cercana geográfica y culturalmente a China, mucho más abierta al extranjero que el territorio central.
Hacia 1920 se definió la inserción japonesa en el mercado laboral: fueron floricultores, horticultores y tintoreros. Popularmente se los sitúa en esta última profesión, pero no siempre fue así.
En 1912 una mujer recorría las casas pidiendo ropa para lavar. Allí comenzó el camino de la colectividad hacia la tintorería. Pero cuando en 1935 se creó la Unión de Propietarios de Tintorerías la reunión se realizó en la Federación Gallega y no había japoneses afiliados.
En 1939 un dirigente se refería a éstos como una amenaza, pidiendo se limitara su ingreso. Según él, los precios bajos que cobraban los orientales se basaban en un ritmo de trabajo inhumano, esclavista y en la falta de ambiciones y de sentido social. Sólo en 1948 los japoneses ingresaron masivamente en la Unión.
Coreanos y chinos. En 1965, arribaron grupos coreanos y chinos.
En la década del ochenta los primeros participaron de una operatoria que fomentaba el ingreso de inmigrantes con capital. Hoy son 40.000, si bien su llegada declinó a partir de 1989.
El primer grupo era más pobre y, como todos, los inmigrantes tuvieron que dedicarse a tareas no queridas por los nativos y mal pagas: fueron mozos, lavacopas, lustrabotas.
Primero habitaron en una villa en el barrio porteño de Flores, erradicada compulsivamente por el gobierno militar. Entonces, adquirieron o alquilaron locales y casas en el mismo barrio, creando el Barrio Coreano o Koreatown.
Convivieron en el Once y Caballito con los comerciantes judíos sefardíes, que desde 1910 practicaban el comercio y la confección textil. Pronto aprendieron el oficio, y comenzaron a crecer en el rubro, renovándolo con nueva maquinaria y un sistema de trabajo intensivo basado en mano de obra familiar. Esa laboriosidad extrema era la misma que los pioneros judíos tenían al iniciar su camino del inmigrante, cuando trabajaban todo el día y dormían en el taller.
No obstante, la crítica a los nuevos competidores parecía calcada de los reclamos antijaponeses de los treinta: trabajo abusivo e inhumano, desprecio por las conquistas sociales, etc.
La laboriosidad y la autoexplotación eran vistas como defectos. Aparte, los judíos decían ser más argentinos, integrados al país. Los coreanos, a su vez, respondieron alegando que los judíos no trabajaban, solo hacían números, y que si ellos adoptaron formas ilegales de explotación (trabajo en negro, jornadas abusivas) fue porque lo aprendieron de sus críticos.
En todas las épocas el recién llegado siempre debió pagar derecho de piso y respondió al prejuicio con el prejuicio.
Los hijos de los coreanos ya asisten a nuestras escuelas. Sus padres aprecian mucho las oportunidades educativas existentes aquí, muy escasas en su patria.
Es probable que en poco tiempo una nueva generación de criollos de ojos rasgados aporte ejemplos útiles en la lucha contra la discriminación, y su comunidad sea tan respetada como lo es hoy la japonesa.
Las corrientes de inmigraciones más importantes fueron la de 1869, 1895, 1914, 1947. Y sin tener en cuenta la inmigración anterior a 1857, podemos afirmar que ingresaron en el país hasta 1940 unas 3.800.000 personas.
Nuestra inmigración comprende las siguientes épocas: 1º colonial: se debió al régimen monopolista implantado por España; 2º de la emancipación: durante este período se manifiesta en España una reacción contra los sistemas impuestos, Rivadavia se preocupa por la atracción y arraigo del extranjero; 3º del gobierno de Rosas; 4º constitucional.
Nueva Inmigración:Las hijas del sol. Ya no bajan de los barcos. Ahora llegan en aviones. Mujeres jóvenes, solas. Expulsadas por el hambre o abandonadas por sus hombres, cuidan hijos ajenos para enviar dinero a los suyos, que quedaron en sus países al cuidado de algún pariente solidario.
Ellas buscan fuera del país el pan o la libertad que les faltaba, las dos fuerzas que impulsan los destierros. Muchas eluden las restricciones legales amparadas en el trabajo a puertas cerradas, el de las empleadas domésticas.
En Argentina, arribaron antes paraguayas y bolivianas, ahora lo hacen las peruanas, obligadas en su mayoría por la crisis económica que atraviesan sus países.
Comenzaron a llegar a partir de 1992 atraídas por la propaganda oficial, los elogios a la situación económica del país y los altos salarios comparados con los de su patria.
Por orgullo o para evitar sufrimientos, el inmigrante nunca admite ante sus familiares o amigos las dificultades.
Vienen en una proporción de seis mujeres por cada cuatro hombres.
Las peruanas se acercan a pedir ayuda a instituciones humanitarias, especialmente las iglesias. Son urbanas, se instalan en el centro de la ciudad, en hoteles o piezas de alquiler. Tienen estudios secundarios, en algunos casos universitarios.En sus domingos de soledad, caminan en grupo por los parques de la ciudad. En los sábados corren ansiosas a correos privados que lucran con sus nostalgias. Estas empresas envían y reciben correspondencia y encomiendas en los que viajan palabras que relatan los propios acontecimientos y comida con el sabor concreto de la identidad.
Hoy la xenofobia, es el factor principal de la desconfianza a los extranjeros y es también la contracara de las migraciones modernas.

Datos históricos aportados por el Sr. Pedro Giufre

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