Viola Di Grado, la revelación de la literatura italiana

La italiana Viola Di Grado debutó en el mundo literario con la novela "Setenta Acrílico Treinta Lana", que la llevó a ocupar los primeros puestos de venta con solo 24 años, donde desmenuza poéticamente, en una trama tan dolorosa como atrapante, las formas de un lenguaje y los pasos silenciosos de una protagonista enajenada de su propia existencia. 
 "La novela está llena de lenguajes pero en realidad son circuitos cerrados, hablan siempre de sí mismos y no desembocan en una verdadera comunicación", adelanta Di Grado a Télam sobre su primera novela que la convirtió en la "revelación literaria italiana".
El libro, publicado por Planeta, está situado en un apocalíptico pueblo inglés, Leeds, y tiene como protagonista principal a Camelia, una joven en caída libre; su padre murió de la forma menos esperada y a raíz de esto su madre pierde el habla, el sentido de las cosas y finalmente, la razón. Por eso, la italiana asegura que "la primera situación es una especie de situación post lingüística donde las palabras no funcionan más".

La muerte del padre "bloquea el tiempo, el espacio y el lenguaje" y deja a Camelia no sólo "media huérfana" sino en la soledad más abrumadora. Narrado en primera persona, el relato presenta a una protagonista perseguida por un mundo que pareciera acompañar a todos menos a ella. Esto la convierte en una despojada universitaria que padece anorexia verbal y encuentra todo desfigurado y sin sentido, aunque ello no signifique resignarse a un intento desesperado por sobrevivir.
La idea de agujero, vinculado al dolor y al abandono, desfila por la trama del libro en forma sutil pero persistente: "el agujero donde murió el padre de Camelia y todos los otros son consecuencia de este primero que vuelve a estar presente en muchas formas. El agujero es el trauma, su consecuencia y la anulación del lenguaje", argumenta.
Sin embargo la cuestión se pone más alegre a lo largo de las páginas cuando Camelia recupera un rayo luminoso en la oscuridad de su vida a partir de los encuentros con su profesor de chino, Wen. "Se reapropia de las palabras que para ella habían perdido significado, describe.

La autora
Di Grado nació en 1988 en Sicilia y se licenció en Lenguas Orientales, y aunque asegura que no es una novela autobiográfica, su conocimiento sobre el lenguaje oriental queda plasmado: los ideogramas chinos son la piedra fundamental que otorga nuevos sentidos al acontecer aplastado de Camelia, vómitos de palabras en busca de nuevos significados.
"El tema remite a los filósofos chinos taoístas. Ellos decían que a través del lenguaje no se puede hablar del mundo, sólo podemos hablar de nosotros mismos. Mi gran desafío fue olvidar el lenguaje, en el sentido de no caer en las trampas que lleva en sí mismo", detalla la escritora, premiada por este libro con el Campiello Opera Prima 2011 y el Rapallo Carige Opera Prima.
De visita a la 38º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la italiana comparte que en la novela hay fusionadas muchísimas ideas, aunque no destinadas a "una denuncia social", algo que en la lectura subyace de trasfondo, en temas como la globalización, la exclusión y la diferencia, las relaciones sociales.
Dentro de la tristeza depresiva que ambienta el relato Di Grado logra combinar con humor imágenes tan bellas como destructoras: de una flor hace un cadáver, del amor un montón de ropa cortada, del silencio un odio. "No creo que para hablar de dolor haya que crear una voz agobiante, sino que se puede hablar de eso con un cierto humor, tal vez oscuro. Camelia tiene un aspecto autodestructivo pero ella no lo haría sino se sintiera atraída por la belleza", afirma contundente esta joven que prioriza su estilo, acaso como una forma de llevar su literatura siempre consigo.
Sumergido en una especie de poética negra, el libro singulariza un lenguaje propio: "quería usar las palabras como si fueran vírgenes, como si partieran de cero y esto en la práctica significó realizar un desplazamiento del significado". "Pretendo que cada una de mis novelas tenga en cada frase un principio y un fin, que tenga una belleza propia, independiente de la trama", desliza.
"Escribí mucho desde que era niña, siempre me pareció que respecto a los que tenían mi misma edad yo siempre tomaba un camino distinto", reflexiona. "Crecí en un lugar de Italia donde todos se visten igual, parecen uniformados. ¡Hay que vestirse todos igual! Cuando era chica muchos de mis compañeros me insultaban, inclusive por la manera en la que me vestía y esto me impulsaba a diferenciarme todavía más". dice.
Un largo pelo rubio, labios negros, negrísimos, delinean el estilo casi gótico de Di Grado que exterioriza no sólo a una precoz escritora en el mercado mundial sino también una mujer que transformó una depresión juvenil en una metáfora social, en un tono poético audaz y con muchas ideas todavía por narrar. "La escritura para mi es una necesidad física. Si necesito escribir y no lo hago tengo un malestar físico real". No hay dudas: Viola Di Grado habrá para rato.

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