3 de Junio "Día del Inmigrante Italiano"

Mediante Ley Nacional Nº 24561, se estableció como "Día del Inmigrante Italiano" el 3 de junio  en homenaje al nacimiento de nuestro prócer Manuel Belgrano, ya que su padre, don Doménico Belgrano había nacido en Oneglia (Génova).

 El Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires hacia 1912

“Emigro para comer…” En uno de los mas importantes libros sobre la emigración “Sobre el Océano” de Edmundo De Amicis, publicado en 1889, un emigrante lo dice de manera muy eficaz: “Mi emigro per magnar” (“Emigro para comer”).
Lo habían exhortado a quedarse porque el gobierno habría bonificado a Cerdeña, la Maremma y el Agro romano. Pero él había contestado: “Pero mientras tanto yo no como! Cómo se hace para esperar si no tiene para comer?”. Indudablemente, no era esta la única razón. Muchos jóvenes emigraban para retirarse del control de sus familias, otros esperaban hacer fortuna, y otros estaban obligados a alejarse de Italia por razones políticas. Pero la gran mayoría de ellos que dejaron Italia en los últimos decenios del 1800 y en los primeros del 1900, lo hicieron porqué no encontraban la manera de ganarse la vida. 
La emigración ha representado una válvula di alivio que ha impedido el estallido de revueltas en los campos. Pero en un primer tiempo las clases dirigentes los observaron con preocupación, y no sólo por motivos humanitarios. 

El 23 de enero de 1868 fue repartida a las autoridades italianas una circular en la cual se ordenaba de no dejar partir a los trabajadores italianos que no demostraran tener una ocupación asegurada y suficientes medios de subsistencia. La cuestión fue discutida en la Cámara el 30 de enero. Un diputado afirmó que la gente se expatriaba non “por anhelo de hacer fortuna”, sino “llorando y maldiciendo a los señores y al gobierno”; otro diputado de la Liguria, sostiene que el problema no debía ser puesto en esos términos: Los emigrantes contribuían al bienestar de la región. 
Junto a pobres campesinos partían hacia América meridional “personas recias y habituadas al duro trabajo”, que acumulaban allí un discreto capital, fundando casas di comercio y fábricas. Ya sea por ellos que sostenían la utilidad del la emigración ya sean aquellos que la condenaban tenían sobre sus espaldas intereses de determinados grupos económicos para defender. Los armadores rechazaron cada una de las limitaciones. 
Aquellos de Génova, en crisis por la competencia de la flota mercantil inglesa en el comercio de cereales del Mar Negro y del Mediterráneo oriental, veían en el transporte de los emigrantes al Río de la Plata un remedio a la crisis. 
En este ambiente la obra de Jacobo Virgilio, nace con la teoría de la expansión fundada en la emigración: el comercio entre Italia y Sudamérica había aumentado proprio gracias a las casas comerciales fundadas por los italianos en Brasil, Chile, Guatemala, Haití, Guyana, Perú, Venezuela, e sobre todo Argentina e Uruguay. 

“Sobre el Océano” hacia la América 

El viaje era una experiencia traumática, o al menos muy dura. Y no solo para aquellos campesinos que nunca habían visto el mar, sino también para los otros. En el 1888 sobre el barco “Matteo Bruzzo”, partido de Génova hacia el Brasil, murieron 18 emigrantes por falta de víveres, y otros 27 murieron por asfixia en el 1889 sobre el “Frisca”. 
En el mismo año, un jóven médico, Teodoro Ansermini, que prestaba servicio sobre la nave “Giava”, en viaje hacia Buenos Aires, relevó la ausencia de higiene, el amontonamiento de los enfermos en un espacio muy restringido y la falta de agua y aire fresco. Durante la navegación, varios enfermaron de tifus, de viruela y de difteria. Una comisión nominada por le ministerio de Marina encontró verdaderas solo en mínima parte las acusaciones del médico y le censuró su comportamiento. 
Pero en 1889, con su obra “Sull’oceano” Edmundo De Amicis llevó este problema a la atención de la mas amplia opinión pública. Una vez arribados a Sudamérica los inmigrantes eran hospedados en las “Casas de Inmigración”. En Buenos Aires, el Hotel de Inmigrantes era un inmenso galpón de madera, donde recibían una ración suficiente de comida, dormían en amplios salones y eran curados de si se enfermaban. Pero la mujeres eran separadas de los hombres, y la separación aumentaba el sentimiento de inseguridad. De todos modos, después de cinco días, los inmigrantes debían buscarse un trabajo. Y aquí intervenían frecuentemente otros especuladores. 
En Sudamérica los inmigrantes italianos no debieron afrontar graves problemas de carácter racial o étnico, aunque su inserción no fue siempre fácil. Las sociedades sudamericanas, y aquella brasileña todavía mas que la argentina, eran sociedades en formación, donde los recién llegados venían a encontrarse con estructuras consolidadas. Y no se sentían ni siquiera portadores de una civilización superior, sólo a veces en comparación con los indios. 
El Conte Verde hizo el cruce inaugural desde Génova a Buenos Aires en junio de 1923. En la Argentina la inmigración italiana fue mas selectiva que en el Brasil. En 1896 un diputado, el radical Pantomo, afirmó en la Cámara que sus condiciones morales y materiales eran mucho mejores que en el Brasil, pero que en ciertos aspectos eran graves: “los mozos, los lustrabotas, los vendedores ambulantes” eran reclutados entre los italianos que aceptaban frente a otros inmigrantes este estado de inferioridad. Pero esto podía convertirse en un lugar común. Lo consideraron falso, en el 1910, dos observadores de la realidad argentina, Cittadini e De Duca, escribiendo a propósito de la laboriosidad italiana in Sudamérica: “No es cierto que los italianos en el exterior hagan solamente aquellos trabajos menores”. 
Y ya en 1896 otro publicista, Scardin, había recordado que en Europa “el que nacía pobre, casi siempre moría pobre”, y en Sudamérica, en cambio había muchas ocasiones para aprovechar. Los Italianos en la Argentina Con las asociaciones y los diarios buscaban de formar islas de cultura italiana. El 21 septiembre del 1895 un diario de Buenos Aires, La Nación, dio gran relieve a las celebraciones del 20 de Septiembre, aniversario de la conquista de Roma por parte del estado italiano: el continuo ruido de petardos y cohetes en todos los barrios de la ciudad habían anunciado desde las primeras horas que la comunidad italiana se preparaba para festejar la ocasión “con inusitado esplendor y con el mayor entusiasmo”. 
La gran cantidad de banderas, en ciertos barrios, daba a Buenos Aires el aspecto de una ciudad italiana. No era una exageración. En 1895, sobre 663.864 habitantes, 181.361 eran italianos. El mas italiano era el barrio de la Boca. 
La población era pobre, pero los italianos ocupaban las mejores posiciones: eran italianos el 80% de los comerciantes y el 70% de los empleados. En el mismo 1895, sobre 143 publicaciones periódicas, 13 eran escritas en italiano. Reacción de la burguesía argentina Cual fue la actitud de los argentinos, de la población criolla originaria o también de los inmigrantes españoles, frente a aquella que en ciertos momentos pudo parecer una verdadera invasión? En 1899 un médico y sociólogo, Ramos Mejía, expresó las preocupaciones de la clase dirigente. Los inmigrantes (que se consideraban en su mayoría italianos) eran tantos que por consiguiente invadían todo: los teatros de segundo y de tercer orden, los paseos, “porqué son gratuitos”, las iglesias, “porqué son creyentes devotos y mansos”, las calles, los asilos, las plazas, los hospitales, los círculos y los mercados. La cosa mas preocupante era que de esta masa amorfa estaba emergiendo, fatigosa y lentamente, una elite: por necesidad o por ambiciones, los italianos afrontaban cada dificultad y salían adelante abriéndose camino. Su ascenso habría sido terrible, según Ramos Mejía, si no hubiera sido por la intervención de la cultura nacional argentina. Poco después de diez años mas tarde, en 1913, otro miembro de la clase dirigente argentina, Rodríguez Larreta, expresaba análogas preocupaciones: tenían delante de sus ojos a la primera generación de hijos de los inmigrantes que tenían entonces mayores posibilidades de afirmarse, y se daba cuenta que, gracias a su número y a sus capacidades, un día esa se habría convertido en la clase dirigente. Se daba cuenta que se trataba de una evolución inevitable, pero pensaba que sería bueno no acelerarla. Segunda generación: Los hijos argentinos Las tesis de la argentinización se afirmaron entre 1900 y 1910, con una política a la cual Ramos Mejía dio además un contenido práctico. La necesidad de adoptar medidas represivas encontró firmes sostenedores también por el peligro que para la burguesía argentina representaban las ideas de los inmigrantes anarquistas y socialistas. En 1902 y en 1910 fueron aprobadas leyes represivas. En esta ocasión los inmigrantes encontraron sostén por una parte del parlamento italiano y “La Patria degli Italiani”, el mayor diario de Buenos Aires en lengua italiana, consiguiendo la interpelación de algunos diputados que pedían al Ministerio de Relaciones exteriores de intervenir, para impedir arrestos y expulsiones.” 
Otra razón de los intentos de parte argentina de limitar las posibilidades de afirmación de los inmigrantes estaba dada por el hecho que en la comunidad italiana si estaban difundiendo tendencias nacionalistas, que no eran solamente una respuesta a la política agresiva del gobierno argentino, y contenían ellas mismas una cierta carga de agresividad. Era irritante, para los argentinos, sobretodo la pretensión de ciertos ambientes italianos de ser portadores de una cultura superior. Se puede recordar, como un significativo ejemplo de estas actitudes, un decálogo patriótico que Ferdinando Martini publicara en 1910 en el diario “La Patria degli Italiani”. 
En el decálogo se recordaba a los inmigrantes que su verdadera patria era Italia, y se les exhortaba a celebrar las fiestas nacionales, a honrar a los representantes oficiales de Italia, a no modificar su propio nombre, a enseñar la lengua italiana a los hijos y a casarse con una italiana. 

1910: Los italianos son ciudadanos argentinos 

En el año 1910 alcanzó la presidencia de la república argentina Roque Sáenz Peña. El hizo aprobar una ley electoral que concedía el sufragio secreto y universal. Así los inmigrantes se convirtieron en ciudadanos argentinos de pleno derecho, de modo de influir en las elecciones políticas del país. La asimilación fue facilitada y se mantuvieron vivas las tradiciones italianas, la verdadera patria comenzó a ser la Argentina. Por otro lado ya había crecido una generación que de la patria de origen conocía ya sobretodo aquello que habían narrado los padres. 

Fuente: http://www.adsic.it

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